31 de agosto de 2012

Madrid, Atocha

Llegar, no ver más allá del frío seco de Madrid, diez de la mañana. Encontrarte perdido entre gentes de todas clases y recordar cada punto de tu ciudad, pequeña, insignificante, humilde.
Te sientes diferente, no encajas en ese puzzle pero todo, al fin y al cabo, cambia; como un tránsito de lo desconocido a lo ya vivido.
Y ves, en cada calle, cada esquina, algo que te hace sonreír, sencillamente por vivir y verlo y saber que estás vivo. Toda moneda tiene cara y cruz, bueno y malo. Tanta belleza y tanta pobreza.
Pero lo importante es saber vivir, saber lo que vives, para quién lo vives y porque lo haces.

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